Vivir en el campo. Vivir del campo. Vivir sin el campo. Una sola palabra transforma la naturaleza de la relación. Vivir del campo implica una interdependencia directa. Tu trabajo depende del territorio y tu día a día está profundamente ligado a la tierra. Uñas con barro. Ropa tintada de uva. Vivir en el campo, por otra parte, habla del lugar que habitas, pero no cuenta el cómo. Dónde pasas la mayor parte de tu día, de qué depende tu sustento y con quién te relacionas física o virtualmente. Quienes por mucho que pasen los años, seguimos teniendo la etiqueta de neorrurales, solemos caer en esta última categoría. Se suele olvidar, sin embargo, que muchos de los autóctonos merecen la misma preposición. Quienes trabajan en fábricas, escuelas u oficinas en la ciudad. Que no pasan el día en la huerta, ni en la viña. Que no viven
Qué cansancio de reparto de rangos y privilegios, qué distintas escalas de valores y criterios!
Gracias, Esther, por tus reflexiones y experiencias; me gusta mucho leerlas.
Geografías de la Ingravidez