Es miércoles. Hay una cena planeada en el merendero de un amigo, así que pasamos las últimas horas del día entre brasas y chatos de vino. Buena manera de aderezar una fría y oscura semana de invierno. Sentada con un paisano que ha pasado toda su vida en el pueblo, escucho cómo rememora curiosidades del lugar. De mucho antes de que llegáramos. De mucho antes de haber yo nacido. Me cuenta que alguien de su familia construyó la casa en la que vivimos. Y también la de más allá. Me imagino mi calle en aquellos tiempos, con los esqueletos de las casas aún a la vista y el suelo de tierra. Me pregunto cómo será habitar un lugar que ha sido construido por tus ancestros. No en el sentido grandilocuente, sino literal. Imaginarte que cada piedra, valla o teja guarda impresa la huella de los dedos de un ser querido, —o no tan querido.
Comparte este post
Vereda #37. El año del airón
Comparte este post
Es miércoles. Hay una cena planeada en el merendero de un amigo, así que pasamos las últimas horas del día entre brasas y chatos de vino. Buena manera de aderezar una fría y oscura semana de invierno. Sentada con un paisano que ha pasado toda su vida en el pueblo, escucho cómo rememora curiosidades del lugar. De mucho antes de que llegáramos. De mucho antes de haber yo nacido. Me cuenta que alguien de su familia construyó la casa en la que vivimos. Y también la de más allá. Me imagino mi calle en aquellos tiempos, con los esqueletos de las casas aún a la vista y el suelo de tierra. Me pregunto cómo será habitar un lugar que ha sido construido por tus ancestros. No en el sentido grandilocuente, sino literal. Imaginarte que cada piedra, valla o teja guarda impresa la huella de los dedos de un ser querido, —o no tan querido.