vereda #6. ¿De quién es esto?
Una día de paseo por el campo, nos encontramos con alguien que, cubo y alargador en mano, cogía a buen ritmo las nueces de un nogal. Su cara no me era familiar. Eso en un pueblo tan pequeño como este quiere decir que no era de aquí. Conforme nos acercábamos a él, supe que el paisano con el que caminábamos era precisamente el dueño de ese enorme árbol. Durante décadas lo había entutorado, protegido de las plagas, podado, cuidado. Un par de chascarrillos incómodos fueron todo el intercambio que hubo con el forastero que ni entendió que estuviese haciendo algo que mereciese un reproche ni se imaginó que ese árbol tuviese dueño. “Si quería nueces, sólo tenía que pedirlas en lugar de dedicarse a robarlas”, dijo por lo bajo con un leve gruñido que, lejos de venir del sentido de propiedad, escondía frustración por no haber visto respetados los códigos a los que él estaba acostumbrado.
Desde el primer momento en que pusimos los pies en este pueblo no han parado de llegar cestas no sólo de nueces; avellanas, mermeladas, todo tipo de frutas y verduras, aperos para la huerta, leña para la estufa. Han venido expresamente a nuestra puerta, nos han llevado a su fresquera, a sus tierras. Conforme la confianza aumentaba, llegaba el “pásate cuando quieras y coge lo que te apetezca”. Ahí está el código. El intercambio. El hoy por ti y mañana por mi. Y el "te lo regalo porque me da la gana”. Basado no es una inocencia infantil y tonta sino en la confianza que se gana desde la primera impresión y el vínculo que surge de cuidarla. Un código tan diferente al que yo conocía que aún a día de hoy sigo buscando fórmulas para recibir sin sentirme en deuda.
Y aún así, la historia se repite. Sarmientos y leña cuidadosamente apilados que acaban en la barbacoa de una casa rural, gente que llena bolsas de fruta para la semana sin siquiera dar las gracias. Y aunque en algunos casos la mala intención no se puede negar, tengo la impresión que es más el desconocimiento de las formas de habitar el territorio, crear cultura y entender el paisaje lo que lo alimenta.
Por bonito que suene decir que la naturaleza es una fuente infinita de recursos y que el campo no tiene dueño, sabemos mejor que nunca que los recursos sí son limitados (y aun así el expolio ocurre cada día) y que la huerta, el monte o la viña necesitan, igual que las personas, de cuidados. Confundimos la naturaleza salvaje con el paisaje-cultura que rodea a los pueblos. Una simbiosis centenaria entre la actividad de las personas y el territorio que cuida, genera biodiversidad y asienta futuros.
Ahora que te he contado esto, espero que no te sientas culpable por coger una día un puñado de cerezas o unas cuantas manzanas del árbol. Lo que te propongo es que mientras disfrutas de ellas, trates también de conversar y conocer, preguntar y descifrar cuáles son los códigos del lugar en el que te encuentras. Y estoy segura de que saldrás con las manos aún más llenas.
Aquí tienes la versión narrada de esta sección de la Vereda.
🧣 Experimentando con la tradición y la moda
Últimamente he estado disfrutando mucho el proyecto de moda experimental de “Made by kös”. Una delicia ver cómo a partir de estilos tradicionales crea piezas tan especiales y vanguardistas. Sinceramente, me haría gustosa con algunas de ellas.
📸 Fantasía, batas y mujeres
El año pasado descubrí el proyecto fotográfico “Tributo a la bata” de Lucía Herrero y necesitaba traértelo por si te lo habías perdido. Centrada en una prenda, o debería decir, un uniforme de trabajo, con tanta carga emocional como es la bata, Lucía crea un universo fantástico en el que las historias de estas mujeres son narradas. Puedes apoyar proyecto comprando una de sus fotos o seguirla en redes para curiosear cuando es su próxima exposición.
Hasta aquí esta Vereda. Nos vemos en dos semanas 👋