Hace un tiempo descubrí entre entrevistas y conversaciones a la fresca el concepto de hijos e hijas del pueblo: aquellas personas que sin habitarlo durante la mayoría del año, tienen fuertes raíces, casi siempre familiares, hincadas en él. Sus dinámicas se entremezclan con las de quienes habitan estas calles todo el año. Encajan a la perfección en este rico ecosistema porque su memoria y arraigo sigue estrechamente vinculado al territorio.
Están también quienes sin haber nacido en el pueblo, entran a formar parte de su día a día. Forasteras nos llaman pero casi siempre con cariño. Los medios rurales, lejos que ser espacios extremadamente heterogéneos son espacios fértiles en los que cada vez más se incorpora un amplio abanico de pasados y circunstancias. En ellos las energías se balancean constantemente buscando un equilibrio complejo pero indispensable para la comunidad.
Escucho a gente hablar de su vuelta al pueblo por Navidades. Yo, de nuevo, me muevo al revés. Mi día a día transcurre en la cotidianeidad de lo rural, entre el diseño y el monte y son los días que piden familia y nido los que me devuelven a la ciudad. En ella, y pasados los primeros días de novedad, me encuentro siempre buscando pedazos que recuerden a tierra y casa.
Cojo una aceituna tardía que cuelga del olivo del parque de siempre.
Hay un petirrojo que desde las ramas desnudas por el invierno debe estar buscando su almuerzo.
¿Qué árbol será éste?
Parece que un diente de león ha sobrevivo entre las grietas de esta acera rota.
Se sigue diciendo que en los medios rurales no hay vida, ni cultura ni arte ni creatividad y para muchas personas, sigue siendo un ente ajeno y desconectado de la realidad propia pero yo no paro de ver pueblo en esta ciudad. Habita los mercados de productores y los de diseño y artesanía. Ruralidades entretejidas en espacios urbanos para quien sea sensible a verlas. "Pues yo también vivo en un pueblo", le digo. Y se crea un hilo conductor que nos une de repente y nos lleva a hablar de territorios y arraigo.
Tiene sentido pues no olvidemos que lejos de ser dualidad irreconciliable, lo urbano y lo rural son más bien formas de estar en el mundo. Con retos propios y compartidos. Moviéndose en una coreografía infinita de interacciones e intercambios. Y son precisamente éstas y no la insistencia insulsa de un supuesto antagonismo las que necesitan revisión urgente, energía, pensamiento y palabra para recuperar ese equilibrio que, a la vista está, tanto necesitamos.
Aquí tienes la versión narrada de esta sección de vereda.
🎶 Música para sumergirte en las profundidades
Desde un pueblo de Burgos, Silberius de Ura desarrolla el proyecto musical neønymus en el que mezcla lo primitivo y espiritual con lo experimental y tecnológico para transportarte a un lugar en el que, extrañamente, sientes que ya has estado. La experiencia presencial, que a veces tiene lugar en cuevas, iglesias y espacios naturales es increíble. Por ahora te invito a que escuches “El lamento de Kristina Håkonsdatter”.
📚Libros para reducir el ruido
El otro día hablábamos en casa de por qué creíamos que los libros habían sobrevivido a la digitalización masiva de contenidos, a los ebooks y a las redes sociales. Pienso que la ausencia de enlaces, notificaciones y barras de progreso, nos regala una paz que ya en pocos sitios encontramos. Es su naturaleza física y, por tanto, con límites la que nos da un respiro frente al tsunami de información y la ansiedad por no poder consumirla. Acabo de terminar de leer "No seas tú mismo" de Eudald Espluga y mientras termino de procesar ideas, el cuerpo me pide que te lo recomiende. Incorpora una mirada a veces peculiar pero siempre interesante de las angustias, ansiedades y retos asociados a nuestra generación. No habla de los pueblos pero sin duda conecta con algunas de las nuevas perspectivas que he ido incorporando desde que vivo aquí.
Y de postre: Si os interesa el tema y os apetece adentraros en más ensayo filosófico que toque lo digital, no puedo resistirme a recomendaros también “El Entusiasmo” de Remedios Zafra. Una lectura maravillosa que se saborea a fuego lento. No tengas prisa 🍂
Termino de escribir esta carta en el último día del 2021 así que cuando la leas estarás en un año diferente. No sé si el salto en el calendario tiene o no impacto en ti, si lo notas en cada poro o es un día más, si te pone triste o te llena de ganas. Sólo puedo decirte que sea lo que sea, lo entiendo y que espero que este año Vereda te sirva al menos de compañía y de refugio. Gracias por formar parte de los primeros pasos. Por muchas cartas más 🥂.
Mil gracias por tu Vereda, Ester. Ya lo creo que sirve de compañía y de refugio. Un fuerte abrazo.
Gracias