Es jueves por la tarde. La llegada de días más cálidos y luminosos trae de vuelta las quedadas de costura. Vamos llegando al bar. Los saludos se entremezclan con la concentración en la labor. Algunas enseñan y otras aprenden. Las de más allá leen adivinanzas y acertijos que se entremezclan con la conversación. Un pequeño caos que fluye entre risas y anécdotas. Pasa la tarde y llega la noche. Ningún hombre se ha atrevido a sentarse en la mesa. El que alguna vez, muy de ciento a viento, lo ha hecho es una auténtica rareza al que el resto suele mirar con una mezcla de extrañeza y, diría yo, envidia. Ya no hay luz para seguir cosiendo almazuelas. Unas cuantas se van a preparar la cena. Cuidados siempre presentes. Una caña más. Y unas pipas.
Pasan los minutos. Más conversaciones. Más sentires y risas. Algún suspiro. Las que se marcharon, asoman por su ventana y ven que seguimos. Bajan con restos de la cena que son una delicia para los estómagos rugientes de las que no nos hemos movido de la silla.
Empieza a refrescar. Me voy a casa.
En el camino de vuelta, voy pensando en todas las veces que he escuchado a paisanas recordar a sus madres, abuelas o a ellas mismas, tejiendo cada día en la calle y después de varios encuentros como este, lo entiendo todo.
La labor es la excusa. La excusa para juntarse y reivindicar, aunque sea solo un día a la semana, una terraza abarrotada de mujeres. Un espacio en el que se pasa de los consejos de hilo y aguja, a las historias que cuentan lo que de normal una guarda escondido. Sin darnos cuenta, sin que parezca obvio, nos conecta y nos empuja, como raíces que, entrelazadas, se hacen hueco a través de la tierra.
Un libro para hacer Mallata
En palabras de Lucía López:
La mallata es un tipo de refugio en el que quienes se dedicaban al pastoreo encerraban a los animales para protegerlos de las alimañas y donde ellos hacían noche, o como se dice en aragonés “feban mallata”.
A pesar de ser aragonesa de origen, jamás había oído la expresión de “hacer mallata”. Hacer refugio. Una preciosa metáfora para conectar historias y ser altavoz.
En su libro Haciendo Mallata, Lucía recopila pensamientos en torno a la despoblación, la cultura, el patrimonio y la agroecología. Una buena oportunidad ahora que se aproximan los viajes y las vacaciones para conectar más y mejor con los medios rurales.
Si llevas aquí un tiempo, quizás hayas notado algunos vaivenes de calendario en estas cartas. No tiene mucho misterio. A veces, no tengo nada que contar o necesito silencio. A veces, tengo planes que me alejan de buscar pantallas y teclados en mis ratos de descanso. En ocasiones escribo y no me apetece compartir.
El día que estos paseos comenzaron, me prometí que la motivación y las ganas tenían que estar siempre por encima de la obligación. Lejos de buscar una justificación, quiero invitaros a que, al contrario de lo que siempre se dice, os sintáis libres de crear cuando el cuerpo os pide crear. A que reconozcamos que el descanso y los espacios vacíos son parte indispensable del proceso y que lo que nace para ser disfrutado, solo mantiene su esencia si rompes tus propias reglas de vez en cuando.
Hasta aquí esta Vereda. Nos vemos en la próxima 👋
Qué belleza descubrirte :) que siga la labor