Este pueblo ha sido siempre autosuficiente. “No ha habido nunca ni grandes ricos ni gente pobre. Todo el mundo tenía, al menos, lo suficiente para vivir” me dicen siempre y repito yo. De aquellos tiempos han quedado pequeñas huertas familiares para el autoconsumo y mucha zona yeca, esperando su momento. He aprendido de quienes trabajan la tierra, que las prácticas son variadas y no siempre tradicionales. Lo cuento a quienes llegan de nuevas. Les hablo de la leyenda, de las encinas centenarias, de los hornos de pan desaparecidos. De cómo se organizaban las dulas para cuidar de las cabras. Heredo una memoria que no es mía pero que a base de escucharla, va enraizando hasta parecer propia.
Escribes muy bonito. Enhorabuena.
Me recuerda mucho a este proyecto de Rosa Pereda, en el que propone indicadores para medir el arraigo en los barrios → https://medium.com/planeta-nodrizo/raigambre-leer-la-ciudad-para-reescribirla-9a613960e236