vereda #9. Lo que es obvio
Habíamos quedado para dar un paseo hasta una de las fuentes que quedan fuera del pueblo. Mientras caminábamos, me fijaba en los árboles que nos rodeaban; su altura, la textura de su corteza, algún resto de fruto por el suelo. Buscaba pistas que me contarán qué era lo que tenía delante. Sin embargo, con sus ramas aún desnudas y mis lentos avances en reconocimiento vegetal a golpe de vista, recurrí a lo que mejor me funciona aquí. Pregunté:
“Ese membrillo lleva un tiempo abandonado pero es el más antiguo de la zona. Sus frutos son de lo mejor que puedes encontrar por aquí. Solemos venir para hacer membrillo. El mismo que te di el otro día.“
Dimos unos cuantos pasos más.
“Mira, aún quedan restos de plantas de fresa. Veníamos aquí de pequeñas y robábamos algunas para la merienda. Cómo se enfadaba el dueño cuando nos pillaba.”
Seguimos caminando:
“Me encantan los perales (peros que dicen aquí). Este es mi favorito, llevo casi toda la vida viniendo a verlo. Lo plantó mi abuelo. Ya se sabe que quien planta un árbol, lo hace para sus nietos.”
Con la mente lista para anotar cualquier información o fórmula mágica que me pudiera dar, le pregunté cómo reconocía aquellos árboles y plantas tan rápido.
“Lo sé porque los conozco. Porque los he visto toda la vida. ¿Es que tú no lo ves? Esas cosas simplemente se saben.”
Y ahí estábamos. Paradas delante del peral sin hojas ni frutos. Yo con mi pregunta que ahora sonaba a obviedad y ella con sus recuerdos brotando de cada rincón de aquel camino. Entonces me di cuenta. Más allá de características biológicas, del grosor o tipo de corteza, de la forma de las hojas o del tipo de fruto, era la historia compartida, las anécdotas y la pura costumbre las que daban nombre a cada elemento que nos rodeaba. Era la relación con cada una de ellas.
Y recordé cuántas veces nacen proyectos en oficinas blancas buscando optimizar, estructurar, categorizar, enseñar y diseñar comportamientos desde lo formal y lo concreto. Incluso aquellos que nacen con buenas intenciones. Y se olvida que buena parte de lo que las personas aprendemos e integramos en nuestra vida, lo que da forma a nuestras necesidades, nuestros dolores y nuestra forma de actuar parten de sentires, de relaciones y en cierta manera de saberes un tanto inexplicables desde el prisma convencional. Y que más allá de sprints y metodologías en tres pasos, requieren de tiempo pausado, como quien construye y afianza una relación, para calarnos hasta los huesos. Para convertirse en obviedades tan claras como que aquello que tienes delante es un peral.
Puedes escuchar aquí la versión narra de esta sección.
🎶 Canciones que te acercan al mar aunque vivas en la meseta.
Si me has tenido cerca estos últimos dos años, es probable que ya te haya recomendado esta canción pero como en muchos casos sé que nuestros caminos no se habrán cruzado todavía, no puedo quedarme sin invitarte a que escuches Illas de Sal de Xabier Díaz. Me enamoro cada vez.
🍂 Gente que crea
Me ha pasado unas cuantas veces que alguien me pregunta por libros a leer o personas referentes a las que seguir y de un tiempo a esta parte, me veo recomendando siempre a las mismas tres o cuatro. Una de ellas es Maria Montesino, socióloga y ganadera de extensivo. Una de esas miradas auténticas e híbridas que aportan con todo lo que hacen. Si quieres hacerte una idea de lo que pasa por su cabeza y de lo maravilloso que puede ser seguirle la pista, te dejo aquí la entrevista que le hicieron en Diseño y Diáspora.
Si además eres de las mías y te encanta adentrarte en lecturas, reservate un té y un ratito para el capítulo que escribió en el libro “Pensar y hacer en el medio rural”. Si eres de las mías y los libros te gustan más de tinta y papel, aquí lo tienes.
Espero que te encuentres muchas obviedades en tu próximo paseo. Por ahora, hasta aquí esta Vereda. Nos vemos en la próximas 👋