
En la novela "El bosque oscuro" de Liu Cixin –quizás os suene más su precuela, “El problema de los tres cuerpos”–, se plantea un universo futuro en el que las civilizaciones que habitan el cosmos deben permanecer ocultas y en silencio para evitar ser destruidas por otras.
"El universo es un bosque oscuro. Cada civilización es un cazador armado que acecha entre los árboles como un fantasma, procurando no hacer el menor ruido."
Esta idea de recogerse ante el miedo a habitar un espacio infinito y depredador sirvió hace unos años para referirse también al mundo digital. Ante la perspectiva de tener que lidiar con bots, troles, hipervigilancia, acoso y una falta total de control sobre nuestros propios datos, nos hemos ido retirando a lugares que percibimos como más seguros y en los que sí nos atrevemos a compartir y ser un poco más nosotras mismas1. Hablamos de chats privados, newsletters 👋, servidores de Discord, foros y otras comunidades cerradas. El pequeño internet; la web acogedora (o Cozy web).
Cuando internet daba sus primeros pasos, se proyectaba un mundo idealizado en el que muchos de los retos sociales iban a resolverse tecnología mediante. Democratización del conocimiento, modelos políticos más participativos y descentralizados, un mundo más igualitario y libre o un mayor sentido de pertenencia. Ya fuera inocencia o un tecno-optimismo más propio de un niño de 8 años, pasado el tiempo comprobamos cómo al trasladar el mundo físico al digital hemos arrastrado más defectos que virtudes y no nos ha quedado más remedio que aceptar que muchas de esas asunciones iniciales están ahora por los suelos.
La primera era creer que internet debía ser como una plaza pública y que eso significaba que todo el mundo hablaría con todo el mundo con un afán de descubrimiento y conexión humana. Sin embargo, la dinámica de una plaza no es esa. En la plaza, la conversación no es colectiva. Si varias personas hablaran a gritos para que todo el mundo les escuchara, el resto se acabaría marchando por puro aburrimiento o por saturación de ruido. La plaza es un espacio compartido, pero la interacción se desarrolla en grupos más pequeños. En la ciudad estos grupos son absolutamente estancos. En el pueblo, la línea es más fina y los círculos se expanden y contraen según el momento. Quizás esa es la metáfora que deberíamos haber buscado. No vamos a la plaza para airear nuestras intimidades a todo el que se preste a escuchar, vamos para sentir que alguien nos espera. Que pertenecemos.
La segunda fue pensar que dar espacio para que todo el mundo tuviese su altavoz era inherentemente bueno. La democratización de la información es, por supuesto, deseable, pero ¿somos capaces de gestionar que todo el mundo quiera hablar a la vez? ¿Se está escuchando a todas las voces por igual? Internet ha permitido a colectivos, asociaciones y personas que tenían el deseo, la necesidad y una dosis considerable de buenas intenciones, conectar y apoyarse. Sin embargo, este potencial se ha ido viendo enterrado en algoritmos que premian el conflicto por encima del contenido y los insultos por encima de conversaciones fructíferas. Nos movemos en este bosque oscuro repitiendo como loros que nuestra intención es "crear comunidad con interacciones reales y significativas" ignorando que está diseñado para hacer algo totalmente distinto. Insistir en usar las grandes plataformas digitales de una manera más humana se siente como usar una cuchara para abrir una botella de cerveza. Sí, se puede y hasta puede parecer que molas, pero te haces daño, deformas la cuchara y no siempre funciona.
Remedios Zafra habla de las habitaciones conectadas para referirse a esas nuevas dinámicas por las que sometemos –o nos obligan a someter– a nuestros cuerpos al aislamiento a cambio de estar mentalmente conectadas con el exterior. Este modelo no es para nada deseable porque nos lleva, como sociedad, a una sensación de soledad perpetua. Por eso no sorprende que el rumbo esté cambiando y lo que queramos hacer ahora al coger el móvil no sea ir a la gran plaza pública, sino crear nuevas habitaciones. Desde la soledad de nuestras habitaciones (físicas) conectadas, viajamos a otras habitaciones (digitales) precisamente para no sentirnos solas. Suena rebuscado porque lo es. Antes de decidir darnos la media vuelta para no volver jamás, estamos intentando crear un camino alternativo –una vereda- que nos permita tener más agencia a la hora de elegir con quién interactuamos, evitar a los troles –humanos y bots–, priorizar la calidad de los vínculos y contenidos que se generan en lugar de presumir de tener la sala petada. Recuperando cierta sensación de privacidad perdida que, aunque no total –tengamos claro que nada en internet es completamente privado–, resulta más tranquilizadora.
🎶 El bosque oscuro en una canción
Algo tiene el arte y la cultura asturiana contemporánea que me resulta magnético. Os dejo aquí una canción hipnótica, mágica y algo oscura que sale de sus bosques y sus pueblos.
📕 El bosque oscuro en un libro
“Yo no sé de otras cosas” de Elisa Levi, es un libro sobre una chica, Lea, de 19 años, que siempre ha vivido en un pueblo. Uno muy pequeño. A lo largo del libro y con una voz muy peculiar, Lea le cuenta a un forastero que espera a su perro al borde de un bosque oscuro (guiño) por qué ayer se acabó el mundo. Siguiendo un poco la tónica de la última carta, traigo un libro extraño, de esos que de primeras no me daría por leer, pero que cuando lo hago, se me quedan dentro, dando vueltas, durante años.
Después de haberme planteado salir por completo de todo lo que se pareciera a una red social, la idea de un internet más amable, más pequeño y menos abrumador me resulta lo bastante atractiva como para querer quedarme. Me interesan los experimentos raros, los grupos pequeños, los ejercicios nostálgicos de los blogs de antes.
Así que, aunque Substack ha cambiado mucho desde que estas cartas empezaron, quiero pensar que aquí aún podemos crear una habitación más o menos segura y escapar de la gran plaza donde todo el mundo grita para que se le escuche. Mientras sea posible ignorar los videos, el doomscrolling y a la gente que te quiere contar “cómo aumentar tu lista de seguidores”, estaremos bien.
Hasta aquí esta Vereda. Nos vemos en la próxima 👋
Yancey Strickler "The Dark Forest of the internet"
Hola :) Tuve que abrirme Substack (y descubrir las nuevas funciones de la app) para poder comunicarme contigo y decirte que ha sido una gran vereda. Yo mismo he tratado de desconectarme pero no logro hacerlo ya que el contacto social lo hago, mayoritariamente, por medios electrónicos y muchas veces no privados. Entonces esta vereda me ha dejado pensando varias cosas.
Gracias por escribir. Es un gusto leerte desde México