Tener cerca un jardín es interesantísimo cuando llega la primavera. En serio. Te despistas una semana y ha cambiado todo. Mayo es un mes que me gusta aprovechar en parte por eso, pero siempre se pasa en un suspiro. Por eso, me he acostumbrado a hacer fotos y grabar todo lo que veo. Una especie de “cuaderno de jardín” particular, que sirve de excusa para salir de la pantalla y tocar tierra. Literalmente. Aquí traigo unas cuantas cosas que tengo registradas:
El rosal que no estaba muerto
Hay un rosal en el jardín que sigue ahí de pura casualidad. Cuando llegamos, nos dijeron que no estaba vivo, que hacía años que no daba rosas y que lo quitáramos para poner otra cosa. El consejo, como tantos otros que nos dieron, fue guardado en la recámara de las infinitas tareas que incluye reformar una casa de pueblo. La primavera llegó y el rosal había crecido lo suficiente para que una cuantas rosas se animaran a salir, así que decidimos dejarlo donde estaba y respetar su merecido hueco. Al fin y al cabo, había llegado antes que nosotros. ¡Quiénes éramos para echarle de esa manera!
Ese rosal, que no solo no está muerto, sino que revienta de flores cada primavera, es la prueba viviente de que a la gente le encanta opinar y ser un poco dramática.
La fruta en su perfecto estado de maduración
Cuando cultivas cualquier tipo de verdura o fruta, desarrollas una relación un tanto diferente con algunos animales e insectos. Tienes dos maneras de tomártelo. Una se dice mucho aquí: “las primeras cerezas son para los pájaros”. Lo saben, lo aceptan y siguen con su vida. La otra opción, también bastante común, es comenzar una batalla campal que incluya todo tipo de medidas. Dado que en nuestro caso lo de cultivar es más por disfrute que por producción, acepto, aunque sea a regañadientes, que la comida sea compartida, y me manejo en el delicado equilibrio entre esperar al perfecto estado de madurez y arriesgarme a que sea parte del festín de otros.
Un árbol genealógico de colirrojos
Desde hace años una pareja de colirrojos anida en nuestro patio. El proceso ha tenido sus momentos álgidos y sus valles. Que sí hace demasiado calor. Que si ha helado cuando no tocaba. Que si ha tirado a un polluelo del nido. Tras ser testigos de varios dramas, somos capaces de tomárnoslo con más filosofía y aceptar, interviniendo lo menos posible, en el devenir de estos diminutos retoños con los que compartimos espacio.
Y el resto son errores y el azar
La jardinería es un experimento constante y, en mi experiencia, hay más metidas de pata que éxitos. Las lechugas no crecen porque las hemos puesto en el lugar equivocado. El granizo ha chafado a la ruda y anda, literalmente, por los suelos. No vamos a comer cerezas porque la plaga de hormigas las ha invadido de pulgón. En muchos casos, el error no se podrá resolver hasta la próxima estación o el próximo año. Una fantasía para los fans de la inmediatez y un ejercicio de paciencia y aceptación.
Hoy me apetecía que nos quedáramos cerca y pisáramos un poco de tierra –o de pétalos. Espero que lo hayáis disfrutado. Nos vemos en la próxima 👋