Vereda #46. El precio de la comodidad
De cómo el diseño nos ha hecho la vida más cómoda, ¿y mejor?
A mis veinte, tenía claro que el diseño era la carrera perfecta para dar rienda suelta a esa mezcla de creatividad artística y espíritu ingenieril. Pensaba, además, que la del diseño iba a ser una profesión que me iba a mantener al tanto de lo último,
–ultimísimo– que pasara en el mundo. Es más, iba a ser la forma de facilitar que yo estuviera ahí, creando ese futuro. ¿Qué podía haber más ilusionante?
Buena parte del diseño de experiencias se ha centrado en dar vueltas al principio de poner a las personas en el centro. Una de las estrategias más claras –y sibilinas– que hemos utilizado para lograrlo ha sido el de buscar su comodidad. Porque ¿cómo no vamos a querer hacerle la vida más fácil a la gente?
Abre una cuenta de banco.
Consulta tu factura de la luz.
Pide un crédito.
Liga desde el sofá.
Compra un libro.
Pide un taxi.
Aquello que complica la vida varía de unos cuerpos a otros, pero hay un espacio común en lo que nos preocupa, nos duele y nos quita el sueño en el día a día. Las sociedades que habitamos han aumentado su complejidad de manera exponencial y no podrían sustentarse con mecanismos –y mentalidades– de hace un siglo. Necesitamos herramientas, tecnología, servicios y en definitiva, diseño que nos ayude a navegar esta algarabía. Al diseño se le da bien hacer sencillo lo difícil y entendible lo rebuscado. Sabe crear códigos comunes para ayudar a comprender el mundo –hola mapas de metro, señales de tráfico, etc.–. Durante muchos años, se ha centrado en facilitar procesos cotidianos y lo ha hecho francamente bien, pero ha pecado de corteza de miras y de narcisismo. En su anhelo por gustar –a las personas y, sobre todo, a los departamentos financieros de las empresas–, se ha volcado en la gratificación instantánea. Ha usado su capacidad transformadora pasando por alto contextos, márgenes y consecuencias. Si el problema es no tener tiempo para cocinar, la solución es pedir comida a domicilio, aunque lo que estés alimentando en realidad sea un modelo de trabajo precario. Si el objetivo es satisfacer el deseo de viajar y conocer otras culturas, la solución es crear plataformas para compartir casa o habitación, aunque a la larga, el espíritu de la propiedad distribuida sucumba a las inmobiliarias turísticas que echan a la gente de sus barrios.
Entre pantallas, sistemas de diseño y sprints, se nos ha escapado ver que el precio de una vida más cómoda está siendo más alto de lo que anticipábamos. Quizás porque nos ha faltado meterle cuerpo y perspectiva. Quizás porque quienes han llegado más tarde, se han encontrado una bola de nieve tan grande que ha dado la sensación de ser la única alternativa. Aun así, nuevas rutas van cogiendo forma. Si algo tiene el diseño, es su fuerza activadora y capacidad de cambio. Su democratización, nuevas miradas más horizontales y sistémicas, nos recuerdan que el diseño neutro no existe y que, sin intención ni crítica, solo nos queda dejarnos llevar por la inercia.
Pasivas, invisibles.
Necesitamos un diseño que nos ahorre el tiempo que hace falta para dar más paseos, tener más charlas, pensar o simplemente, hacer una pausa. No para producir más. Necesitamos un diseño que nos libre de la tarea automática y alienante y nos dé espacio para la creatividad y para preguntarnos, de verdad, que significa vivir una vida buena.
Una canción sobre otras vidas buenas
A partir de uno de los poemas del Fuego en la sed de María Sánchez, Guillé Jové ha hecho una de esas canciones que necesita pocas florituras para hablarte de otros mundos posibles.
Una cita para llevar de paseo
Leyendo la carta del último número de la revista Salvaje me topé con esta cita y no he podido dejar de pensar en ella.
Todos los días nos levantamos y hacemos un mundo juntos, pero ¿quién de nosotros, si tuviera libertad absoluta, decidiría hacer un mundo como este?
David Graeber
Extraída de la carta N.º 24 de la revista Salvaje
Hasta aquí esta Vereda. El campo no puede estar más lleno de flores, salid corriendo al parque más cercano que tengáis. Nos vemos en la próxima 👋
Estamos alineadas, entre la visión sistémica y el ejercicio ético lograremos un diseño responsable y que deje vivir... vivir bien y bonito.
¡Pero qué maravilla! Ojalá, poco a poco, seamos capaces de sembrar esta visión del diseño en el seno de la disciplina.