La pasada Vereda os hablaba de los preparativos para el 8M. Un día que, desde hace varios años, ha hecho de pegamento entre muchas de las mujeres del pueblo. Y que, entre otras cosas, ha dado forma a nuestros espacios semanales. Las de siempre y las de fuera. Cada vez más mezcladas.
María Montesino, socióloga, antropóloga y experta en agroecología, habla mucho de la importancia de aquello que ocurre delante de una mesa de comida compartida y no podría estar más de acuerdo. Añadiría más, una mesa compartida de todo aquello que tenga el potencial de generar un ambiente no solo seguro, sino también distendido y disfrutable. Cualquier forma de arte o artesanía, la escritura o lectura. Sirven como excusa para el intercambio no solo de afectos, sino también de saberes, activismos y apoyos. El 8M no se queda en un día para nosotras. Se extiende a lo largo del año en formas diversas y a diferentes ritmos e intensidades. Un poso que da sustento en aquellos momentos en los que más parece tambalearse todo.
Nuestro pasado de ritos, seres y paganismo
Ashley Suszczynski es una fotógrafa afincada en Estados Unidos especializada en antropología visual. Su trabajo se centra en capturar tradiciones ancestrales que, aunque de manera minoritaria, permanecen vivas en la actualidad. Os recomiendo que echéis un ojo a todo su trabajo, pero querías traeros especialmente sus Cultural Portraitures. Un conjunto de obras en constante actualización que captura las mascaradas invernales que se celebran a lo largo de todo el continente europeo. Una inmersión en máscaras, cencerros, plumas y pieles con una inmensa carga simbólica.
Hace unos años descubrí a los Harramachos, los Caretos de Lazarim, los Diablos de Luzón, el Zarramaco, los Trapajones, Momotxorros, el Zakudunak, Zorrocloc…la lista sigue y sigue. Me pareció estar observando una pieza de cultura de un lugar remoto y ajeno al mío y, sin embargo, ahí estaba, a pocos kilómetros de mí.
Os invito a que encontréis entre sus retratos, figuras que forman parte de la historia de la península ibérica y quizás os maravilléis tanto como yo con las similitudes que guardan con las de territorios lejanos. Quizás en un origen, nuestros imaginarios no eran tan distintos como nos seguimos empeñando en defender.
Saber lo que fuimos, para pensar en lo que seremos
En la cultura popular, las abejas se han considerado portadoras de almas. Eran consideradas, además, tremendamente valiosas por el alimento-medicamento que proporcionaban a la casa. Era la mezcla de superstición e interdependencia la que pudo dar forma al rito en el cual las familias acostumbraban a comunicarles la muerte de su cuidador o cuidadora y se les presentaba a quien, a partir de entonces, iba a ser responsable de su bienestar. ¿Y si no lo hacían? El abandono de las abejas, la muerte de la colmena y quién sabe qué otros males. Desde Canarias, pasando por el País Vasco, hasta Holanda o Reino Unido, el rito se repitió, con sus variaciones, por todo el continente durante siglos.
El día que descubrí esta historia, me encargué de contársela al apicultor del pueblo y aunque su entusiasmo no podría equipararse al mío, —he de reconocer que a veces me emocionan cosas poco comunes— me sigue pareciendo innegable la estrecha relación que se genera entre sus abejas y él.
Este es uno de los muchos ejemplos descubiertos gracias a proyectos de etnografía que siguen surgiendo y que pretenden con mimo recabar, atesorar y divulgar esa parte de nuestra historia, la rural, que podríamos decir, está prácticamente extinta. El atlas etnográfico de Vasconia recoge la cultura popular y los modos de vida de la población vasca desde el siglo XX hasta ahora. Un espacio en el que pasar tiempo sosegado leyendo aquello que más os apele y descubriendo, muy probablemente, curiosidades de las que no teníais ni idea. Y todo sea dicho, un espacio en el que de manera sutil, pero clara, se respira la perspectiva de género por los cuatro costados. Qué gusto.
Han comenzado los paseos pre-primaverales y con ellos, va cayendo una especie de costra invernal que tiende a encerrarnos en casa. Arrancan poco a poco los planes al aire libre y los vermuts al sol en el bar. No quiero incentivar la locura prematura por la actividad y la efervescencia, que luego llega el verano y estamos para el arrastre, pero qué gustito sentir que la vida comienza a viajar de las raíces a las puntas. Y ver a los pájaros revoloteando por el jardín buscando con frenetismo un año más, el lugar perfecto para su nido. Son estos conatos de vida hacia afuera, quizás incluso más que la vida hacia afuera en sí, mi parte favorita del año desde que vivo en el pueblo. Quizás sea también la vuestra. Sea cual sea el caso, y como siempre os invito a más paseos, más verde, menos ruido y a observar.
Hasta aquí esta Vereda. Nos vemos en la próxima 👋
Hola Ester, gracias por descubrirme este archivo fotográfico que es una joya!!!!! Lo he estado cotilleando y me ha inspirado muchísimo para collage. Un abrazo ❤️
Hola. ¿Cual es tu pueblo?