Vereda #30. De diseño y ruralidades, por fin.
Me cuesta hablaros de diseño.
Esta Vereda proclama ser un baile entre el método y las ruralidades. Un poco de teoría y reflexión, unas pizcas de sentires. Y aún casi, cada dos semanas, cuando os envío estas palabras, me pregunto si esto es más un paseo relajado por el monte hablando de la vida o un refugio para quienes buscan pensar y hacer de otra manera.
Desde hace unos años, hablo de periferias en mis clases de diseño. Incorporo lo que he aprendido desde la pura experiencia. He tenido la suerte de que me hayan dado esos espacios para probar y experimentar. Para lanzar historias de éxito que no tienen que ver con el volumen de usuarios ni con cifras económicas. He visto la extrañeza y sorpresa en sus caras, pero también las chispas y el aire fresco.
Y con todo, ya no creo en definir una teoría perfecta ni una fórmula mágica. Tras años empapándome de gentes distintas, bosques profundos, prejuicios, desencantos y enamoramientos, diseñar desde lo rural ya no me parece una metodología sino un ser y un sentir. ¿Sentires en el diseño? Efectivamente.
— Te lo noto. Ahora sois rurales. Hay un algo que es distinto y que os impregna — me dijo una amiga hace poco.
Es vedad, soy más rural. La idiosincrasia del lugar está integrada en mis venas. Mi mirada del trabajo, de la innovación y del diseño han cambiado radicalmente. Lo veo con cada charla de diseño que escucho, cada Tweet del sector que leo, cada conversación con compañeros y compañeras urbanas. Me siento extraña y ajena a la endogamia del diseño en las grandes ciudades. — Hay vida más allá— pienso. —Hay mucha vida. Y no, no conozco, ni tengo intención de conocer a ese gurú que me mencionas.
Quizás un día os lo pueda contar con esquemas y teoría. Ahora solo puedo daros una carta desordenada que os asegura que hay un algo en tener la naturaleza tan cerca cada día, en hablar con los paisanos en las tardes y en vivir un día a día tan diferente que te cambia irremediablemente.
Como quien descubre un día que la filosofía o el arte han transformado su manera de entender lo que hace y que ya no ve sentido en el devenir anterior de las cosas. Que ya no quiere seguir esos ritmos, ni trabajar para esos clientes. Ni ignorar que no hay agua para las huertas, que el alimento peligra, y las abejas, y los bosques se queman. Y qué narices está haciendo el diseño para remediarlo.
Quizás me he pasado. Hay diseños que de verdad transforman. Que se meten en el barro. No tienen brilli brilli, pero cambian imaginarios, hacen la vida más fácil a quien no suele tenerla. Existen y os hablaré de ellos, pero hoy necesitada desahogarme. A cualquiera le puede pasar.
Esta carta seguirá siendo de diseño y ruralidades, pero no hablará del diseño como suele hacerse, ni se quedará con las ruralidades de siempre.
Esta Vereda llega hasta aquí. Nos vemos en la próxima 👋