Vereda #26: No hacer nada
En su último libro, Remedios Zafra escribe que «una no puede tirarse al mar tirándose en un charco media hora. Se necesita un margen para el salto y para nadar, unos días vacíos de cosas y llenos de mar para caer sin torcerte el cuello, sumergirte en la lectura antes de subir y registrar lo que se ha aprendido y lo que no se entiende.»
Son muchos los ejemplos que encontramos alrededor que nos hablan de la falta de tiempo, de las prisas, del no-me-da-la-vida y de el-tiempo-se-me-pasa-volando. En realidad, no hace falta mirar alrededor, lo sentimos en nuestras propias carnes, en los ojos secos de tanta pantalla o las piernas doloridas de las horas en pie. O en esa ansiedad que surge a la noche cuando aquello que no hemos podido procesar durante el día sale a la superficie como burbujas del fondo de un vaso.
Algunas tareas solo requieren minutos. La mente desconecta y las manos trabajan solas lo repetitivo y aprendido por los músculos de tanto hacerse. Sin embargo, otras se alimentan de ese espacio que tenemos dentro que llamamos creatividad. Un espacio que a su vez requiere de tiempo. Un círculo vicioso o virtuoso según se mire. Y no es cualquier tiempo sino ese tiempo que de tan vacío, da un poco de miedo, que se encuentra con el aburrimiento al que tan poco acostumbradas estamos, con conversaciones, lecturas, canciones y paseos que el ajetreo del día a día mantiene a distancia.
Está comprobado. En el momento en que las semanas de prisa y de ausencia de vacíos se apilan como libros pendientes de leer, la chispa creativa se consume. Si es precisamente ella la que te da de comer, pone un techo sobre tu cabeza y, en definitiva, sostiene tu vida, rascarás sus resquicios, buscarás los restos o recurrirás a trucos y apaños ya descubiertos por la costumbre. Todo por completar la tarea a tiempo y por fin.
El problema está en si, como yo, piensas que el diseño no puede (ni debe) ser neutro. Que es, como todo en la vida, un espacio de construir realidades más o menos justas, más o menos sanas, más o menos interesantes. Si así de verdad lo piensas, los momentos de preguntarse porqués, de construir y de-construir(se), de recuperar el rumbo, de decir que no a cosas y a personas, de profundizar en lo que haces y en cómo lo haces se hacen urgentes y necesarios casi a diario. No porque cada pixel importe, no lograréis convertirme en ese tipo de diseñadora, ni porque todo proyecto de diseño cambie el mundo (a veces, pocos lo hacen), sino porque por defecto, no poner resistencia es igual a dar rienda suelta a esa corriente intensa, imperturbable y arrasadora a la que llamamos vida moderna.
Los espacios vacíos, el tiempo y la calma nos hacen falta. Nos hacen mucha falta. Porque esta realidad no se entiende a golpe de titular o de 140 caracteres y no se construye lanzando opiniones como quien pega un respingo al pisar un cardo. Porque a veces, parece que no-hacer es el mayor acto de resistencia.
Espero que los tiempos vacíos formen parte de vuestros días.
Nos vemos en la próxima Vereda 👋