El canto del cuco es uno de lo más reconocidos, incluso por quienes no saben de pájaros más que lo poco que aprendieron en el colegio. Cuando llega el momento, la hembra del cuco coloca un único huevo en un nido vecino. Una vez el polluelo ha nacido, se hace dueño absoluto del lugar vaciando a base de empujones huevos y polluelos con los que no pretende compartir ni un solo bocado. Ignorantes de lo sucedido, los nuevos padres se encargarán de alimentar a un pájaro ajeno que abulta más del doble que ellos.
Todo este drama o historia de supervivencia, según quien lo mire, es posible gracias al mimetismo de los huevos invasores con los originales. ¿Mismo color y manchas? Adelante. Un intrincado trabajo evolutivo centrado en desarrollar estrategias que te hagan pasar desapercibido el tiempo suficiente.
Tengo la sensación de que el boom de noticias sobre el emprendimiento en los pueblos ha cesado y con él, la vorágine de ideas, propuestas y eventos online prometiendo la solución al “problema de los pueblos”. Una parte de mí echa de menos la efervescencia de entonces que, además, coincidió con la intensidad de mi primer año viviendo aquí. Una vorágine que, sin embargo, traía a menudo proyectos con lazo puesto que, cual cuco en nido vecino, se camuflaban de brilli brilli y de promesas de ser buenos para quienes ya vivían aquí. Sin saber cómo era la vida en el pueblo. Sin saber qué hacía falta de verdad. Sin intención de quedarse. La otra parte, agradece que haya llegado el tiempo de dejar que sedimente lo que de verdad pesaba y busca reflexionar sobre cómo nacen las ideas, cómo toman forma y cómo se asientan en el territorio, en la gente.
Hace unas semanas me entrevistaron en Diseño y Diáspora para hablar de diseño y medios rurales. ¿Es distinto el diseño en los pueblos? La respuesta rápida es “no”. Diseño es diseño. Hay un proceso, unas herramientas. Se adaptan y ajustan pero no cambian sustancialmente. Son las mentes, los puntos de vista, las miradas lo que se transforma por completo. El mundo del diseño ha pasado demasiado tiempo anclado donde está la mayoría, donde hay más dinero, más poder. Mirándose el ombligo y diciéndose lo importante que es lo que está haciendo. Es el momento de hablar y hacer desde otros lugares. Dejar que el núcleo estanco se abra y expanda en pequeños trozos formando una red. Que sea normal diseñar desde un pueblo de 200 habitantes. O desde una ciudad de 30.000. Que cambien imaginarios, se re-descubran problemas antes ignorados y se generen propuestas que incluyan más e ignoren menos.
Os dejo aquí la entrevista de Diseño y Diáspora que menciono en la carta. Nada como un café y una buena conversación ✨.
Nos vemos en la próxima Vereda 👋
Comparto contigo la reflexión, además añadiría que ocurre también en la generación de ideas, de nuevos negocios. Parace que sólo sea terreno fértil 4 o 5 urbes en las que se concentra decenas de laboratios y hubs, dejando al resto de terretorio que, ¿cómo meros productores? Creo que va siendo momento de ampliar miras, de descentralizar.