Vereda #23. Un cuerpo extraño
Es oficialmente otoño. Las noches han alcanzado a los días y piden chaqueta y brazos cruzados. Los ratos de terraza son menos y hay más cenas dentro de casa. Quienes veraneaban en el pueblo se han marchado a seguir con sus vidas. Menos voces infantiles. Más tractores sonando. Las cervezas a la fresca han dado paso a las conversaciones sobre uva y vendimia. Las verbenas y los festivales han terminado. Por suerte, no todos. Algunos quieren vivir en el campo también en invierno. El ajetreo, aunque diferente, se mantiene en la que por aquí consideran la época del año con más trabajo.
¿Quieres unos tomates? ¿O unos pimientos?
Este año no que tenemos muchos. Ahora que lo pienso, es la primera vez desde que vivimos aquí que nos pasa.
Es curioso, llega un punto cuando te mudas a un nuevo contexto en el que normalizas y conviertes en hábito tantas cosas que dejas de darte cuenta de los cambios que siguen ocurriendo por dentro y por fuera. Es cierto que ya no me extraña tener tierra en las uñas mientras escribo Vereda, ni se me hace raro levantar la mirada y ver el monte. Sin embargo, ese instante tremendamente cotidiano, provocó un chispazo que me llevó a otros sitios.
Hay leña en el leñero mucho antes que cualquier año anterior y mi cuerpo responde mejor a todas las toneladas movidas. Menos agujetas, más aguante. Más verduras esperando en la mesa de la cocina. Tantas que no sabes qué hacer con ellas. Más embotado, encurtido, secado, confitado. Menos preguntas sobre cómo hacerlo todo. Por fin me atrevo a compartir saberes con quien ahora llega de nuevas. Incluso con la vorágine de ordenador y tecla que muchas veces sigue formando parte de los días, mi cuerpo y mi mente saben de manera más natural qué necesita de mí cada mes del calendario.
Pero no es solo mi cuerpo ni mis saberes. Las ideas también han seguido cambiando. Ese imaginario precoz con el que llegué, cargado hasta arriba de opiniones, prejuicios y estereotipos ha incluido, eliminado y transformado piezas. Tantas que ya no recuerdo con claridad cómo veía el mundo antes ni por qué.
Parece que este cuerpo extraño en el que me convertí cuando decidí auto-plantarme en un pueblo ya no es tan extraño aunque siga siendo diferente. Híbrido. Empiezo a pensar que este proceso está lejos de terminar. Quizás, no lo haga nunca.
Muchas gracias a todas las personas que me habéis escrito contándome lo que significa Vereda para vosotras, animándome a seguir escribiendo con el formato que yo quiera y a cuidarme. Vuestra respuesta fue lo más.
Nos vemos en la próxima Vereda 👋