Esta mañana he leído que Remedios Zafra saca en breve su próximo libro. Siempre he disfrutado de todo lo que escribe. De alguna manera consigue, a través de una mezcla de filosofía y pensamiento con lo íntimo y personal, que me sienta más acompañada en mis sentires y que a la vez entienda un poquito mejor el mundo. A veces, me lleva a angustiarme con ella. Otras, a respirar un poco.
Gran parte de sus reflexiones giran en torno a la precariedad, la prisa, la falta de tiempo, los ritmos que nos sumergen y atrapan en esa rueda de hámster sin que nos demos cuenta.
Vereda siempre ha tratado de lo lento y lo pequeño. Nació en un momento de calma posterior al caos en el que cada poro me pedía sentarme a pensar y escribir. Pensé que, quizás, dar una rutina y unos ritmos a la escritura me ayudaría a tener la excusa para observar más, disfrutar más, entender más. Así ha sido durante todo este tiempo. Por lo que me contáis, me atrevo a decir que se respira cuando abrís las cartas.
A estas alturas Vereda es tanto para mí como para quienes la leéis. En menos de un año hay más gente leyendo estas palabras de la que me podría imaginar en cualquier evento. Cuando observo de dónde venís y pienso en qué pasaría si nos juntáramos un día en una misma sala a charlar, me entra un cosquilleo y me sale una sonrisilla en la cara.
Vereda ha sido mi recordatorio constante de lo que pensé al llegar al pueblo. Que vivir aquí es mucho más que empadronarse, comprarse una casa, restaurarla. Vivir en un pueblo es entremezclarse, entender dinámicas, dar forma a las propias. Participar de lo que se hace y ayudar en lo que se pueda.
Ha sido también un aprendizaje darme cuenta de que esto no significa estar siempre al pie del cañón. Las energías flaquean a veces. Mi ser, a veces introvertido, pide a gritos desaparecer y tomarse un respiro. Mis costumbres urbanas me piden anonimato y correr a mi tribu “de siempre”. Después de esos retiros auto impuestos, volver a la vida social es a veces complicado aquí. La ausencia se hace saber, se comenta, se bromea y a veces se reprocha. Una especie de ritual de vuelta que se repite cada vez y que me hace sentir que pertenezco a este espacio y a la vez que no.
Sé que es parte del aprendizaje. Sé que aún hay mucho a lo que dar forma. Sé que ni yo, ni el lugar ni la experiencia es lineal. Me lo dice el fresco de esta mañana, tan diferente al de hace tanto solo una semana. Todo va en ciclos.
He empezado esta carta con la clara idea de deciros que la vorágine de la vida me estaba quitando el tiempo para pararme y pensar. Que Vereda paraba por un tiempo por falta de buffer y que como dice Remedios Zafra: “no hay pensamiento sin tiempo para pensar”. Y sin embargo, varias lineas después, me niego a sacrificar este espacio tan nuestro por los quehaceres de la vida moderna.
Así que este es el trato. Hasta que los ritmos me den un respiro, Vereda se queda con su esencia que es este texto. Me tomo un descanso de ilustrar y me auto libero de la obligación de buscar referencias y links. Una especie de versión lite y un pequeño flotador de supervivencia al que agarrarnos los próximos meses.
Si has llegado a Vereda recientemente, me sale pedirte un ligero perdón por pillarme con las energías a medias pero ¿sabes qué? No me voy a disculpar. Vereda es también adaptarse a los cuidados, a la vida, al ajetreo y a los cuerpos. Nunca al revés. Esa es también su naturaleza.
Espero que os estéis permitiendo hacer las cosas que os gusta hacer aunque sea a medio gas. Nos vemos en la próxima Vereda 👋
Buenas. Yo también he sentido a veces la presión del "reaparecer". Al final me di cuenta que el reproche era más elaboración mía que auténtico tirón de orejas. Por lo que sea, en el pueblo que más me gusta habitar (que no es donde vivo por cierto), no es raro el "ida y vuelta". Si lo piensas, es una forma de lentitud. Saludos ;)