Este pueblo ha sido siempre autosuficiente. “No ha habido nunca ni grandes ricos ni gente pobre. Todo el mundo tenía, al menos, lo suficiente para vivir” me dicen siempre y repito yo. De aquellos tiempos han quedado pequeñas huertas familiares para el autoconsumo y mucha zona yeca esperando su momento. He aprendido de quienes trabajan la tierra, que las prácticas son variadas y no siempre tradicionales. Lo cuento a quienes llegan de nuevas. Les hablo de la leyenda, de las encinas centenarias, de los hornos de pan desaparecidos. De cómo se organizaban las dulas para cuidar de las cabras. Heredo una memoria que no es mía pero que a base de escucharla, va enraizando hasta parecer propia.
De un tiempo a esta parte, las palabras arraigo y territorio se han vuelto insistentes recordatorios de que hay una forma de vivir en los sitios, que tiene mucho más de habitar que de estar y que hay mundos pequeños en los que la participación, el contacto, el saludo en la calle y, por qué no decirlo, también el conflicto, son parte activa del día a día. El arraigo hacia las personas navega por todas ellas.
El arraigo hacia el territorio no es muy diferente. Tiene que ver con no sólo conocer el terreno sino con tener una relación con él y conectarlo con historias tuyas o contadas por quienes vinieron antes de ti. Sin las anécdotas que hay detrás de los guardaviñas o chozas, quien visite el lugar sólo verá un puñado de piedras apiladas con más o menos gracia. No mirarán al pero (o peral) como la paisana que lo conoce desde niña ni cuidarán de los árboles como el paisano que abona el moral.
Mi vida como adulta ha estado llena de cambios de lugar. Cada uno tenía su proceso de aclimatación, de generación de costumbre para, al final, marchar. Esto se siente diferente. Generar arraigo al pueblo y su territorio para quien viene de fuera es un proceso lento y no lineal. Se mezcla lo que te enamora con lo que te desgasta, lo que te preocupa con lo que te entusiasma. No se consigue delante de una pantalla en tu habitación conectada ni sólo leyendo libros, aunque nada como un buen ensayo que te abra los ojos. Tampoco trayendo proyectos salvadores que llegan cerrados y con el lazo puesto para librar a las pobres gentes del campo de su soledad y su falta de gusto estético. No me lo invento. Estas cosas pasan.
No sé todavía cómo se genera arraigo a un lugar y dudo que haya una fórmula mágica, un artículo con “los 10 pasos para arraigar en el pueblo”, aunque seguro que alguien está pensando escribirlo. Lo que sí sé es que los medios rurales sólo son si el arraigo existe. Su alma, su cultura, lo que los ha definido durante cientos de años y con ello, nuestra propia memoria e identidad parecen pender de un hilo y lo que más sentido tiene en mi cabeza es comenzar por dedicar tiempo, tiempo de verdad, a habitarlos, entenderlos, abrazarlos y reconocer que son parte indispensable no sólo de lo que somos sino de aquello en lo que querremos convertirnos, vivamos donde vivamos.
Puedes escuchar aquí la versión narrada.
📹 17 minutos de sentirte en casa
El corto costumbrista Facunda dirigido por Marta Romero es gracioso, enternecedor, nostálgico y de una familiaridad extraña pero imborrable. Un toma a tierra y un guiño al recuerdo que muchas y muchos tenemos de nuestras abuelas. Como si de un pequeño boicot se tratara, Facunda navega estos 17 minutos siendo, sobre todo, ella misma.
🐣 Una mirilla a otra perspectiva
El año pasado anidó una pareja de colirrojos en nuestra terraza. Esta misma semana he vuelto a ver movimiento, precisamente desde el mismo sitio desde el que escribo estas líneas. Nunca antes había tenido la oportunidad de observar un nido tan de cerca y me parece una de esas experiencias tremendamente simples pero preciosas. Si no tienes nidos a la vista, te invito a que guardes a buen recaudo este directo de uno de cigüeñas y las visites de vez en cuando.
Espero que la primavera por fin os esté acompañando y que os deis todos los paseos del mundo. Hasta aquí esta Vereda, nos vemos a la próxima 👋
Vereda #12. El arraigo que se aprende
Escribes muy bonito. Enhorabuena.
Me recuerda mucho a este proyecto de Rosa Pereda, en el que propone indicadores para medir el arraigo en los barrios → https://medium.com/planeta-nodrizo/raigambre-leer-la-ciudad-para-reescribirla-9a613960e236