vereda #11. ¿Quién cuida del árbol del moral?
Tengo un vecino que lleva años abonando un moral que, se temían, estaba muerto. Cada final de invierno sube al monte y le ofrece todos los cuidados que pueda necesitar para volver a brotar. El año pasado, el moral dio por fin signos de vida en forma de pequeñas ramas entre las grietas del tronco roto y desgastado. Este año los cuidados al moral han tenido una emoción especial. Una esperanza más viva de que volverá a ser lo que una vez fue. Que seguirá haciendo compañía a la ermita junto a la que ha convivido durante mucho más tiempo que el paisano más longevo del lugar.
Mientras escuchaba su historia empecé a preguntarme qué le lleva a estos cuidados altruistas y solitarios.
Las veredas, con cuyo nombre bautizé estas cartas, dan forma a todos los trabajos conjuntos por parte de los y las habitantes del pueblo para el cuidado de lo común. Se habla siempre de su carácter voluntario pero en este proceso de idealización de lo rural se nos olvida hablar de cómo estas actividades, más que voluntarias, eran consideradas imprescindibles para la subsistencia, se olvida mencionar cómo los ricos cubrían su cupo pagando a otros para que ocuparan su lugar y se olvida hablar de la presión social a la que te podías enfrentar con tu ausencia. Realismos aparte, las prácticas, formas de organización, saberes y sentires asociados a estos espacios comunes siguen siendo absolutamente necesarios para el desarrollo de los medios rurales y, no lo olvidemos, también de las ciudades.
Ahora, el voluntarismo es el eje que vertebra gran parte del movimiento cultural y social en los pueblos, liderado principalmente por mujeres. Herencia quizás de las veredas riojanas, as vecinales aragonesas, las facenderas leonesas, las sestaferias asturianas o las gallofas canarias*. Un voluntarismo que puede agotar, quemar y desgastar a la más enérgica de las personas y que no está libre de conflictos.
No se puede esperar que la energía de quienes literalmente "tiran" de los medios rurales sea siempre la misma. Es, sin embargo, la energía del colectivo la que ha de mantenerse constante. Coger aire, dejar que entren nuevas brisas que se entremezclen con los aromas que ya existían. Que quienes llegan o vuelven aprendan de quienes resistieron aún cuando parte de sus prácticas no sean ya las tradicionales. Y más allá del forzar el hacer por amor al arte, necesitamos estructuras, procesos y dinámicas que le den soporte y que así conviertan los cuidados al moral no es una excepción, sino en la regla.
Puedes escuchar aquí la versión narra de esta sección.
*Términos recopilados en el libro Almáciga de Maria Sánchez.
🖼 De historias recuperadas
“Recolectoras: Memoria e terra” es un proyecto expositivo de la Red Museística de la Diputación de Lugo que entrecruza ecofeminismo con el patrimonio inmaterial y natural. Para su realización, cuatro artistas (Ana Gesto, Maria Gar, Isabell Seidel y Andrea Torres) recorrieron durante meses aquellos concejos de Lugo con menos población en los que desarrollaban intervenciones artísticas. Todo ello para recuperar y visibilizar la historia de las mujeres y su papel indispensable en los medios rurales.
El trabajo de las mujeres que dieron forma a esta iniciativa es un buen ejemplo de mezcla de sentires con estructuras, de visión con procesos que tangibilizan. Puede que Lugo te quede lejos ahora mismo así que siempre puedes acercarte a la experiencia con su exposición virtual.
🌸 Veredas visuales
La ilustración científica es una de mis debilidades y cada vez más combino mis paseos por el campo con este espacio visual de felicidad infinita. Mi invitación es a saborear poco a poco cada imagen en lugar de caer en el peligro del empacho visual.
Hasta aquí esta Vereda. Nos vemos en la próxima 👋